Y cada escalón era
el preámbulo de una muerte;
precipicio tras
precipicio...
fugitivo del temor,
avanzaba
con los ojos
titubeando en cada abismo.
No había rastro del
mañana
ni si quiera huellas
de un análogo,
tan solo esa débil
aurora
a lo lejos del
peldaño.
Mas debajo de las
uñas yacía el yeso
de las resbaladizas
paredes de la vida
donde el amor fue un
impulso por la misma
y cada paso un
silencio, y una victoria.
Hoy cuento que
ascendí,
Hoy cuento mi
historia.
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